lunes, 1 de noviembre de 2010

RECORRIDO DEL DOCUMENTAL EN MEDELLÍN

Desde mediados de los años ochenta el trabajo de Víctor Gaviria en Medellín se ha convertido en un fenómeno estético antropológico que deja marcas en lo producción cinematográfica colombiana. Con Rodrigo D. No futuro (1988) se interna en la exploración de los jóvenes marginales en Medellín, rodando una ficción amarga en la que actúan y muestran con coraje sus ruinas y miserias, desde su imaginario, con su jerga y su forma de entender el mundo en las barriadas de una de las ciudades más violentas del mundo. Posteriormente realizó con estos jóvenes el documental “Yo te tumbo, tú me tumbas” (1991), en el que mediante un montaje fragmentario sobre entrevistas significativas y momentos cotidianos de la vida de los protagonistas rodados en directo, se interna “por esa maloliente alcantarilla del alma de unos colombianos, de unos compatriotas como nosotros”.

Víctor Gaviria (Revista Cromos)

El trabajo de Víctor Gaviria está fundamentado en una estética que parte de la palabra, del relato oral que hacen los personajes, para construir estructuras que tienen que ver con el realismo cinematográfico. Solamente en “Los cuentos de Campo Valdés” (1987), de Gaviria, realizado en un asilo de niños ciegos en la misma época, es la cámara participante y observadora, a la manera del cine directo, la narradora de los acontecimientos.
A comienzos de los años noventa el mayor impulso en el documental vino de jóvenes realizadores de Cali y Medellín que retomaron las propuestas de Ospina y Gaviria, dando origen a Retratos, una serie de diez documentales en Medellín en el año 1988.

En Medellín, el documental se constituyó en un género privilegiado para hablar de la transformación dolorosa y violenta de las realidades urbanas, así como de aspectos antropológicos y de memoria regional de los que no se había ocupado la televisión nacional.

Documental urbano, como característica principal frente al documental hecho tradicionalmente desde Bogotá, más atento a realidades nacionales no necesariamente urbanas, como las de los numerosos grupos étnicos que pueblan la geografía colombiana, o a los avatares de la político tal como es entendido desde la capital. Como el documental “Mujer arte indígena”, realizado por Pilar Mejía y Juan Carlos Orrego, en donde se muestra el trabajo artístico de mujeres pertenecientes a cinco comunidades indígenas. 

El auge de este documental televisivo realizado en las regiones coincide con la aparición de los canales regionales de televisión, cuyo interés primordial en sus primeros años, fue acercarse a las vivencias y problemas de los habitantes de las regiones que eran ajenos a la televisión que se hacia desde el centro del país.

En la mayoría de los documentales se ha utilizado una estructura categórica, es decir, se establece un tema amplio que organiza su forma global y luego se introducen categorías que dividen la película en segmentos o subtemas. Es una forma adecuada al trabajo de documentalistas más interesados en la descripción de los acontecimientos o las temáticas, que en adoptar posiciones e inducirlas en los espectadores. Se privilegia la entrevista, preferiblemente de un colectivo de personas, en pertinencia con el tema, ilustrándolas con imágenes del contexto. 

Por lo general, estos trabajos tienen una estructura narrativa, es decir, muestran un personaje que evoluciona en el tiempo y el espacio. Personaje complejo, del que participamos en sus recorridos urbanos y en su vida cotidiana, pero que además podemos conocer por el flujo de sus pensamientos, recuerdos, alucinaciones. Los flujos temporales son fragmentados, con saltos al pasado y futuro, como el tiempo de la memoria y de los sueños. La imagen contextualiza al personaje en su mundo de objetos cotidianos, pero fácilmente puede escapar al delirio, al tratamiento surreal, en busca de realidades que no necesariamente pasan por la vida consciente del protagonista.

Programa TV: Muchachos a lo bien,
Fundación Social - Corporación Región, 1993-1999
Sobresalen en los últimos años el espacio Muchachos o lo bien de Medellín, desarrollado por la Fundación Social y la Corporación Región, como parte de un proyecto más amplio de juventud, en el que se han hecho interesantes exploraciones con el docudrama. Además de las nuevas propuestas de un grupo de videístas independientes que redescubren las posibilidades del cine directo, y entre los que sobresale el trabajo “Diario de viaje” (1996), de Santiago Andrés Gómez, un documental de tono intimista sobre el viaje de un grupo de jóvenes al Festival de Cine de Cartagena, dando testimonio con cámaras de video doméstica tanto de los aventuras del viaje como del aprendizaje de la realización del documental.

En los últimos años la producción documental ha estado ligada a los grandes cambios que ha tenido La ciudad. Por eso es común ver documentales que hablan sobre la transformación de la ciudad en materia de violencia apoyados y financiados por el gobierno local y departamental, en donde se muestran ejemplos de personas que han salido de la violencia, proyectos productivos entre otros temas ligados a la paz y tranquilidad que supuestamente vive Medellín.

En contradicción a lo anterior aparecen documentales que desmienten la supuesta transformación de Medellín, como el trabajo realizado por Leonardo Jiménez, con su documental “Memoria Social de la Comuna 8 de Medellín”, (ver) en donde muestra la situación real de abandono que padece este sector de Medellín, y que la ciudad nos es como los gobernantes la pintan.


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